La historia de Kukutza, como la historia de miles de colectivos, de grupos, de movimientos sociales
a lo largo de la historia, es la historia de una trasgresión. La historia de gentes que decidieron no
respetar esa división establecida porque había una necesidad colectiva no satisfecha desde lo
público. Decidieron que ellos debían gestionar determinados bienes públicos (asociación y cultura,
en este caso), pero no para su propio beneficio sino para el interés general de la comunidad
cercana, un barrio machacado históricamente y hoy desasistido: Errekalde. Gestión pública sin
beneficio privado, en un espacio público -fábrica abandonada y ahora, tras recalificación municipal,
comprada por un promotor- dirigido al servicio de la comunidad
La historia de Kukutza es la historia de un grupo de gente joven y menos joven que decidió
construir un espacio público alternativo. Distinto, no contrario, de lo público institucional y oficial, y
que escribe en el aire la pregunta de si disponemos de autoridades permisivas, progresistas e
inteligentes. En muchas ciudades de Europa las autoridades entendieron experiencias constructivas
de ocupación similares y las apoyaron como otra forma de bien colectivo. Entendieron además que
encajaba dentro de la historia de las políticas culturales con el paradigma de "democracia cultural".
Esta experiencia colectiva (escuela de teatro, artes circenses, rocódromo, danza, cursos de
informática, biblioteca, conciertos, restaurante vegetariano...) es más pública, está más cerca del
interés general y tiene menos riesgos de transformase en un bien "privado" del gestor oficial, en la
medida que es gestionada bajo principios de participación inclusiva, autogestión y horizontalidad.
DESPUES HABRÁ CENADOR POPULAR

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